martes, 26 de octubre de 2010

Editorial

Miramos el pasado y descubrimos de lo que estamos hechos, sabemos que es aquello que respiramos, quien exhalo el aire que hoy nosotros aspiramos, podemos reflexionar y pensar sobre lo que tenemos y aquello que dejamos.

El DERECHO, como columna vertebral de nuestra sociedad, es lo que equilibra nuestro bienestar, nuestras aspiraciones y demandas, alrededor de él construimos como sociedad y así nos constituimos.

Pero el derecho ¿es un hecho? Eduardo Galeano decía “Para que escribe uno, si no es para juntar sus pedazos?”. Bien, hagamos eso mismo, diferenciemos la esencia de aquella palabra de la realidad que la amenaza día a día, y recojamos los pedazos para reconstruirla.

Nuestra Constitución Nacional enumera diferentes derechos que poseemos como argentinos, se asegura que, cumpliéndose todos ellos, las personas deberían vivir en plena “felicidad”. Pero el derecho humano, los que construimos nosotros como seres vivientes, van más allá de lo reglamentado y es así como inventamos nuestro universo de convivencia.
Cuando nos expresamos, hablamos con las personas, contamos sucesos, relatamos hechos, leemos y escribimos, estamos salvando un derecho, y ahí esta nuestra primer pieza. Trasformamos abstracciones en palabras, utilizamos nuestra herramienta y la explotamos al máximo.

Expresarnos así es un derecho que nosotros mismo recreamos, por eso también, cuando en realidad hay muchos que hoy no quieren que memoremos aquellas huellas marcadas por hombres y mujeres de cuello erguido, nosotros lo hacemos en cada acto de nuestra vida, revivimos a toda hora el momento en que alguien dijo: hagámoslo. Y el derecho de defender esos ideales, nos acerca más a nuestro objetivo.

No aceptar aquello que es impuesto injustamente, defender la naturaleza, el hombre, el intelecto; tener las alas abiertas descubre un derecho básico y fundamental: la libertad. La libertad que aprendimos a amar y a valorar.

Derechos básicos que el tiempo ha convertido en privilegios, aquellos que nos dejan inventar a los héroes de hoy, que nos estremecen poco, mucho menos de lo que debería, pero que están y duelen.

Que es si no el derecho más que una efímera necesidad de momento, que a cada paso que damos necesitamos sostenernos de él, defenderlo, y no sólo aquellos que el estado marca en los libros de la ley, sino aquellos que construimos y desarmamos todos los días, en el andar cotidiano.

Muchas veces el pasado, incluso el presente aún, nos demostró que los derechos no son cuestión de hechos, sino de luchas, de esfuerzos, y que son los que nos posicionan en la historia, la que fundamos a cada paso y en cada acto.
Descubrimos que falta una pieza, la que necesitamos para ensamblar la palabra con la realidad, y es allí, en esa búsqueda, donde nos encontramos y nos reconocemos, como simples hombres y mujeres que persiguen una utopía, la cual pierde su nombre en cada victoria.

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