sábado, 7 de enero de 2012

Que no se pase la vida...

Desde pequeños, nuestra identidad se ve forjada por aprendizajes cotidianos, inculcaciones parentales y sociales. Sin embargo, puede llegar un momento donde las determinaciones ideológicas se materializan, a algunos más y a otros menos, pero es una necesidad fuerte.

La militancia ha llenado desde hace décadas la vida de muchas personas, una de ellas es Laura Alen, una joven madre que se ha visto envuelta en este mundo desde muy pequeña: "Me críe en una familia de padres militantes peronistas, así que casi no tengo preconceptos sobre ello. Crecí con la militancia muy naturalizada, entre actos, cuadrillas, pintada de paredes, y pasé mucho tiempo en la unidad básica. Era como un juego, una forma de estar con mis viejos".

Tal como decíamos al principio, las cosas cambian, nosotros cambiamos y comenzamos nuestra propia búsqueda, nuestra lucha. Por eso Laura le contó a La Chispa lo que significó para ella desprenderse de todo lo que conocía hasta entonces, para escribir una historia con su propia pluma: “hoy en día vivo mi propia experiencia militante, diametralmente opuesta a la que mamé, en objetivos y en la práctica misma, sin embargo, con el mismo fuerte compromiso y pasión que aprendí de mis viejos”.

Y la vida pasa, y la cotidianeidad cambia, pero para Laura la militancia es la única forma de vida posible: “una vez que tu conciencia de clase se despierta, no queda otra que unirse a la causa histórica de luchar por los intereses de nuestra clase, no se puede transitar por este mundo tan injusto sin tratar de cambiar algo en favor de los que peor la pasamos”.

Siempre ocurre algo que nos moviliza, que nos cambia la cabeza y nos marca un camino. A Laura le pasó, y la antesala de la crisis del 2001 fue el puntapié inicial de su lucha, personal y militante, aunque separar estos términos pueda ser un error: “fueron los días previos al 20 de diciembre. Ahí estaba yo, con 2 hijas, sin trabajo, sin casa. El clima social era incendiario, de repente los saqueos organizados por el duhaldismo, y veo en la tele la resistencia en Plaza de Mayo... y me mandé... fue un bautismo de fuego en la militancia, de ahí en adelante no pare más, piquetes, asambleas, trabajo territorial. Eso es mi vida cotidiana desde hace 10 años”.

Actualmente Laura milita de forma activa en el FOL (Frente de Organizaciones en Lucha), su tarea se centra en el trabajo en el barrio, el día a día, la consolidación del grupo, las tareas de propiciar la reflexión política y el desarrollo de proyectos productivos. Pero estas tareas no son un carga para ella, claro, es la forma de vida que ha adoptado, y que defiende tanto: "creo que la militancia me estructuró la vida de una forma más organizada, es decir, que tengo que hacer rendir mi tiempo, entre militancia, familia y trabajo. Me forzó a ser más organizada, a planificar, a evaluar”.

Para la vida, y para uno mismo, la militancia deja de estar en un segundo plano, y pasa a ocupar cada espacio en nuestras cabezas, debe ser porque no hemos sido destinados a estar ajenos, a pasar desapercibidos, a bancarnos lo que viene y acostumbrarnos. Debe ser que simplemente es, como bien dijo Laura, una forma de vida.

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