viernes, 14 de octubre de 2011

Universo de desilusiones

Me creí demasiado joven para dudar y demasiado vieja para equivocarme. Ya casi había resuelto mis dudas y mi equipaje, sólo me faltaba abordar la nave. Pero había algo en mi moral que me acobardaba y necesidades de mi cuerpo que solo manipulaban mi decisión de viajar.

Necesitaba hacerlo, ya no podría frenar mi decadencia de otra manera. La religión de alguien más podrá juzgarme y castigarme. Pero para mí la fe había muerto durante la tercer guerra mundial, hace dos siglos. Y yo no sé cuál es el sentido por el cual llevo más de 15 años de rezarle a mis huesos para que me sigan sosteniendo.

La decisión fue mía, a pesar de que las opciones eran hacerlo o dejarme morir de hambre y enterrarme bajo el polvo, que levantan los zapatos de quienes me ignoran.

Subí a la nave. Sabía que me esperaba un extraterrestre baboso y ansioso por devorarme. Pero yo planeaba distraer mi estómago mientras durase el encuentro. Nunca había hecho algo así, solo tuve relaciones virtuales con su especie.

Si es que había otra solución, creo que supo esconderse bien y la verdad que esto no es nada fácil. Mi depresión pretendía que me arrastrase por el suelo de vidrios rotos y heridas que no querían cicatrizar.

Pero aún había algo de orgullo en mí, o tal vez sólo era la fuerza suficiente de las puntas de pies descalzos que no me dejaban aflojar.

A medida que la nave se acercaba a aquel planeta, mis contradicciones comenzaron a enredarse en mi conciencia. Mis molares se gastaban por la presión de mi mandíbula y mis ojos estaban ya secos de tanto llorar.

Yo no era alguien especial en ese viaje. Era una tripulante más de esa realidad. Tenía pocas razones para arrepentirme y pocos recursos para defenderme. La verdad es que hay algo de optimismo en mí, que no me deja perder el tiempo en culpar a mi mala suerte por lo que soy.

La nave aterrizó. El cielo era de un color extraño, el clima era diferente y los olores me resultan desconocidos. Estaba lejos de casa o lejos del resto de basura que llevo conmigo. Parece que la modernidad fue más virtuosa en este mundo.

Desde allá podía ver a la tierra como a una pobre desgraciada, que nadie valoró ni valora. Podía verla tan pequeña, herida, desorientada, perdida en el universo de las desilusiones.

Mi reflexión me toca de cerca una vez lejos y otra vez el miedo se acordó de mi existencia, cuando comprendí que ya estaba junto a él, en su hábitat. Me ofreció un trago para romper el hielo, pero mi sangre no se descongeló con el primer vaso de licor.

No sé si era el frío o los intensos latidos de mi corazón lo que me hacía temblar tanto. Ya no podía controlar los nervios, solo deseaba estar lejos, en cualquier otro lugar. Estaba muerta de miedo y aturdida por el desorden de mis emociones. Nunca me había sentido tan sola con alguien tan cerca. Me sentía desalmada y evité demostrar esta frialdad de cadáver.

La masa de repugnancia, pudor y dolor que crecía en el interior se tornó incontenible y comencé a despedirlo con el sudor de mi piel. Mi espalda cada vez más húmeda, se parecía mas a la dermis de su especie.

El tiempo pasaba cada vez más lento en ese mundo. Me dejaba ver cada detalle de aquel escenario, como una eterna tortura y cada rasgo de su cuerpo, que para mi no era mas que un cuerpo hueco, sin historia. Sé que yo también era poco para él. Mi feminidad era un comodín para ese juego tan viejo, como el machismo del cual hoy me alimento.

Cuando el encuentro concluyó, el reloj marcó el alivio y punto. Otra vez con los pies en La Tierra comprendí que lo material nunca cubre el vacío del alma. Pero a veces la necesidad pesa más que cualquier ilusión.

Luna José.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigan escribiendo asi, que no se acaben las metáforas de la vida. La escritura es uno de nuestros espacios de expresion y reflexion.

La Chispa! dijo...

muchas gracias por las palabras..