domingo, 18 de diciembre de 2011

Una manera peculiar de hacer política

La crisis del 2001, que se llevó la dignidad de la sociedad, la vida de las personas, encerró el dinero de muchos ciudadanos, pero no logró ocultar la escena interior de la política.

Una década atrás, luego de los períodos funestos ocasionados durante 1976 y 1982 y de las políticas neoliberales de los ´90, Argentina volvía a sumirse bajo una atmósfera turbulenta. Pero el fracaso económico, político y social que estalló en diciembre de 2001, y que originó efectos devastadores, principalmente en los sectores marginados y la clase media, no fueron suficientes para conmover a los dirigentes políticos.

El vergonzoso accionar de estos individuos es denominado, por el periodista y escritor argentino, Damián Nabot con el término gen político, que lo ve como una suerte de capacidad para sortear obstáculos dentro del contexto más crítico y “les permite pensar qué pasos les conviene dar para su propio interés”. Es debajo de esa mención que se oculta esa faceta oscura, que se silencia y resguarda desde los medios de comunicación.

De aquí se desprende el escenario sombrío que caracterizó aquella época, donde desde el interior de la política, las acciones eran ejecutadas como en un juego de ajedrez, donde cada pieza es utilizada o sacrificada a conveniencia del competidor.


Pero cómo iba a pensar la sociedad, que el grupo de “señores” que eligió para ser representada, faltaría a ese honor. Y que el presidente De La Rúa, mientras afirmaba por TV que la unidad nacional podía salvar al país, mandaba a las fuerzas policiales a reprimir, a la vez que declaró el estado de sitio, acción que propició varios casos de gatillo fácil y demostró su oposición al pueblo. Por ello el cuerpo de Granaderos vigilaba a punta de rifle la ola de manifestantes desde la azotea de la Casa Rosada.

Demostrando su verdadero rostro: “un grupo de militares con la orden de defender a sangre y fuego a los ocupantes de la sede del gobierno nacional” (extraído del libro de Damián Nabot "Dos semanas, cinco presidentes").

¿Y quién habló del negociado entre Adolfo Rodríguez Saá y Ricardo Bussi?, del partido Fuerza Republicana, que aseguró al ex presidente los votos para garantizar su triunfo en la Asamblea Legislativa y respaldó su ascenso. A cambio de un cargo en el Consejo de la Magistratura, que le otorgaría influencia sobre el poder judicial para liberar al represor Antonio Bussi.

Además, mientras enviaban a reprimir a los más vulnerables, encomendaban a la policía bonaerense la protección de hipermercados como Coto y Carrefour. Según Nabot, esto se debió a que “los grandes supermercados dependen de potencias internacionales que tienen mas influencia en un gobierno que un almacén de barrio”.

Entre las viles estrategias, el Ministro de Interior Miguel Ángel Tomé, indicó a Julio Grondona (titular de AFA) que se jueguen los partidos suspendidos: “alimentos y fútbol. Pan y circo. Prioridades” (Dos semanas, cinco presidentes, página 175). Sin embargo, el periodista hace una salvedad y asegura que la política como acción pura, es la más elevada porque permite transformar, “más allá de que muchas veces los actores de la política desvirtúan esa acción”.

Pero por sobre estas aclaraciones, es preciso mencionar que por más que los dirigentes políticos sean humanos e imperfectos, una cosa es segura, que como responsables y representantes de cada miembro de la sociedad, deben ante todo, velar por el bienestar de los mismos en su totalidad y sin distinción alguna, sin interponer sus intereses particulares ante la prosperidad de la nación.

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