domingo, 18 de diciembre de 2011

En la esquina

Ayer fue un tiempo que mucho no recuerdo, en mi memoria rondan imágenes de lo más cercano a mí, lo que sucedió no mató mi esperanza, no agrandó mi temor, pero algo cambió, cuando ayer todo cayó.

Hace días que un panorama sombrío se posaba sobre nuestro país, se sentía un aire de cambio y muchas cosas que sucedían iban tomando fuerza al pasar los días.

Una historia mal resuelta había generado que un clima social de tensión se convirtiera en el miedo mismo, en realidad un sentimiento diferente se posaba sobre los diferentes sectores sociales, pero aún era algo abstracto para muchos.

Ese día lo recuerdo bien, estaba recostada en mi habitación mirando algún programa de esos para matar el tiempo, no había pasado la medianoche aún, todos en casa estaban en silencio, algunos durmiendo, otros despiertos.

No paso mucho luego de que me levanté para ir al baño, cuando escuché un golpe en la puerta y al instante un grito: “¡Mary!¡levantate!, los del bajo vienen a saquear”; mi madre nos levantó a todos, salimos a la vereda y vimos que los vecinos estaban juntos en la esquina, solo mi mamá y mi papá se acercaron allí.

Volvieron con la noticia de que los del bajo (gente que vive de la calle principal del barrio hacía el río) estaban juntándose para saquear nuestras casas; no había mucho temor entre la gente, más bien algo de exaltación por ponerse a defender lo propio.

No era extraño que pudiera suceder, comenzaban a aparecer noticias en los medios sobre este tipo de actos y también podías verlo en tu propio barrio, así que no fue una sorpresa, pero a mi edad era un poco complejo comprender lo que pasaba.

En principio, los vecinos prendieron fuego unas gomas viejas y algunos cacharros que tenían guardados. La idea fue quedarnos todos alrededor del fuego esperando a ver si pasaba aquello que no queríamos que pase.

Yo, en mis 16 años, no podía negar que tenía miedo, que en realidad no quería estar ahí, no por no querer defenderme, sino porque creía en que no me correspondía a mí esa tarea, cuidar de mi casa, mi barrio y mi integridad física en una situación de esas.

Igualmente permanecí junto a mi familia hasta pasadas las 4 de la madrugada; entre la luz del fuego nada sucedió. Mientras nosotros, cansados y con olor a humo, esperábamos por “ellos”, ellos estaban durmiendo y ni siquiera pensando en hacernos nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que loco pensar cómo nos manejan los de arriba. Nos hacen creer cosas que no existen para enfrentarnos con los nuestros, mientras ellos toman ventaja.

Anónimo dijo...

Lo recuerdo, la gente estaba asustada, no asustaba nuestro propio barrio, en el que crecimos!!! el miedo implantado es el peor de los miedos...