martes, 20 de octubre de 2009

Macri y la cultura en serie

Quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires no sólo son víctimas de una política de control social que avanza en manos de la Policía Metropolitana, sino también por la avanzada neoliberal en la política cultural.

A fuerza de desalojos violentos de centros culturales, algunos de ellos recuperados por los propios vecinos, el gobierno de Macri está instalando su idea de cultura. Sabiendo que es un terreno en donde también se disputa poder.

Para Antonio Gramsci la cultura es el espacio de lucha por la apropiación de sentido. Distingue la cultura oficial, hegemónica, de la cultura popular. La cultura, entonces sería el espacio de lucha por la visión del mundo y de la vida (el sentido) entre la cultura oficial y la cultura popular. El sentido vencedor es el sentido “común”.

En sus primeros días de gobierno, Macri comenzó mostrando que la gestión cultural no iba a ser su fuerte. Propuso como Ministro de Cultura a Rodríguez Felder, editor y fundador de Imaginador, firma que produce libros de manualidades, maquillaje, bricolage, chistes, infantiles y cocina. Felder no pensaba ser uno de esos ministros que reclaman más presupuesto, ya que un pilar de sus ideas era lograr una ley de mecenazgo para conseguir donaciones privadas.

Los asesores de Macri sugirieron que este personaje no abra la boca, pero apenas algunas entrevistas previas a que asumiera dejaron en evidencia no sólo su escaso nivel cultural sino el rumbo que quería Mauricio para la cultura.

Para Macri "la cultura es productiva y generadora de crecimiento y de capital social. No competimos, sumamos. Y tampoco estamos pendientes de lo que haga el gobierno nacional. Lo que hace el Estado no es mejor que lo que hace el ciudadano", dice como profundizando y dándole entidad práctica a su gobierno neoliberal: el individuo por sobre el Estado. Claro que la identidad del individuo no está sujeta a una idea de confraternidad y convivencia igualitaria, sino a la idea mercantilista de todos contra todos, donde sólo pocos tienen poder.

Los desalojos a centros culturales, la persecución a artistas callejeros y artesanos y el impedimento del uso del espacio público da forma a la política cultural que no es llevada a cabo solamente por el PRO. Al arte y la cultura no puede reservársele solamente el lugar de espectáculo. Todos somos potenciales productores artísticos. El problema para quienes necesitan una tropa disciplinada es que el arte es esencialmente libre y crítico. Sino es entretenimiento.

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