miércoles, 23 de septiembre de 2009

El presente que nos toca

Pensar nuestro presente a partir de una conciencia histórica parece una propuesta sofisticada. Pero la historia es algo que no está tan alejado de nuestra vida cotidiana. Sus marcas que se transforman en huella nos van delimitando el camino. La historia está indefectiblemente en nuestras vidas.

El problema es que esa noción de lo histórico está mediada por los aparatos de control del poder, entre otros, los medios de comunicación y también el sistema educativo. Entonces es lógico que la historia que nos llega es la historia oficial, y de ella se deduce el rol que debemos cumplir.

Seguramente cuando nuestro presente sea historia, algunas páginas de los libros, para explicar la década del 90 y la primera del siglo XXI, estén reservadas a Marcelo Hugo Tinelli. En esas páginas no estaremos nosotros mencionados, apareceremos como puntos del ráting que legitimaron esos 20 años de éxitos, que no fueron solo mediáticos sino también políticos.

A los historiadores, al analizar el desastre que causó el menemismo, posiblemente les asalte una pregunta: “¿Para dónde estaba mirando la gente en ese momento?”. La gente estaba mirando la televisión.

Seguramente Tinelli tenga una responsabilidad histórica. El acompañó siempre al poder como lo hicieron en la época de la dictadura Palito Ortega, Carlitos Balá, Mirta Legrand, Susana Giménez y muchos más que entretuvieron a gran parte de la sociedad mientras sucedía la dictadura más sangrienta que haya sufrido nuestro país.

Juan Carlos Cernadas Lamadrid, dramaturgo, autor de obras para televisión, dijo el año pasado, en las Jornadas Cultura y Medios en Dictadura y Democracia: “durante la dictadura no hubo un proyecto cultural ni en teatro, ni en cine, ni en televisión. Pero sí tenían en forma concreta una estrategia de logro de un objetivo. El objetivo es el proceso de “desculturalización”, es decir, de crear vacío de contenido, vacío de pensamiento”.

Ese proceso de desculturalización ha llegado a su máxima expresión. Y ya no es Tinelli (todos los días nos sorprendemos un poco más), sino el mundo televisivo que gira en torno a una idea clara de cultura.

Siempre la misma historia

Mientras Palito Ortega componía en 1967 “la felicidad ja ja ja ja” el general Juan Carlos Onganía había llegado unos meses antes con una pretensión de instalarse en el poder sin límites ni plazos, tal como lo haría después la dictadura de Videla y sus criminales. Estudiantes y profesores habían sido apaleados en la Facultad de Ciencias Exactas, lo que terminó con la autonomía universitaria e inició el exilio de científicos que aún continúa.

"Por debajo de su imagen despreocupada y liberal, los '60 fueron años de fuerte hostigamiento sobre los jóvenes –cuenta Sergio Pujol, historiador y crítico, autor, entre otros libros, de La década rebelde, los años '60 en la Argentina –. Tal vez la novedad respecto a años anteriores haya sido la conformación de un eje de cultura joven internacional al que, adscribió una buena parte de la juventud argentina. En este sentido, hubo dos momentos o períodos: el de la Nueva Ola, cuya expresión más exitosa en términos comerciales fue Palito Ortega y los chicos de El Club del Clan, y el de la cultura pop o beat posterior a 1966, línea que daría origen al rock nacional.

Así como la década del 70 es hija de la del 60, nosotros podríamos decir que somos hijos de los 90 y parientes cercanos de los 80 y los 70, po consiguiente, de la última dictadura militar, que a fuerza de desaparecer a 30.000 compañeros y compañeras, impuso el modelo económico que hasta el día de hoy seguimos sufriendo.

Uno de los aspectos más dramáticos de la represión vivida en aquellos años fue el secuestro de adolescentes. Llegaron a 250 los desaparecidos que tenían entre 13 y 18 años.

El 16 de septiembre de 1976, hace ya 33 años, 10 estudiantes secundarios de la Escuela Normal Nro. 3 de La Plata, fueron secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Todos tenían entre 14 y 17 años. Levantaron chicos en algunos colegios que tenían "marcados", porque enemigo era todo aquel que se preocupara por los problemas sociales.

Después de ese día hubo 7 chicos menos que se preocuparan por los problemas sociales. La Dictadura encontró esos mecanismos para adoctrinar a la juventud y toda una sociedad.

¿Vos por qué creés que no somos muchos los que luchamos por un mundo mejor? ¿Y vos, por qué creés que nunca te lo preguntaste?

Una memoria incomoda nos interpela como sociedad y debilita la historia oficial. Una memoria en acción nos pone en condiciones de convertirnos nuevamente en jóvenes que retoman aquellas banderas de justicia social.

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