La explotación minera, como símbolo de la fortaleza económica, dejó sus cicatrices en los recuerdos y la cultura de todo un pueblo que en la actualidad busca nuevos horizontes.
Antiguamente era conocido con el nombre Sumaj Orcko, que traducido desde el Quechua significa Cerro Magnífico, y era considerado el núcleo vital de Potosí, por su belleza y su simbología cultural. Sin embargo, con la creación de la primer en 1545, la historia sería otra.
Desde su descubrimiento se explota plata, plomo, zinc y estaño, y en la actualidad emplea a unos 15.300 mineros de 38 empresas, de la que 37 son cooperativas sindicales y una es la privada Manquiri. Pero históricamente su riqueza fue el sostén económico de la corona española, lo que le dio dinamismo al mercado europeo desde el siglo XVI.
Cuando los españoles llegaron a Sudamérica comenzó el saqueo del Cerro de Potosí, junto con el desarrollo de un sistema de explotación sobre la población indígena que allí habitaba. El escritor e historiador uruguayo Eduardo Galeano cuenta en Las venas Abiertas de América Latina, que el Sumaj Orko se "tragó la vida de ocho millones de indios que entraban a las minas en busca de plata, obligados por el yugo ibérico que estaba hambriento de plata". Calcula también que entre 1545 y 1660 se transportaron desde allí hasta Sevilla más de 16 millones de kilos de plata, lo que excedía tres veces el total de las reservas europeas.
Ya en el 2009 el cerro presenta riesgos de derrumbe, sufrió 138 hundimientos debido a que ha sido explotado sin parar desde el siglo XVI. Los vacíos que surcan su interior se mezclan con la humedad y los años, por lo que comienza a desplomarse. Hay quienes utilizan la metáfora de “hormiguero” para referirse al cerro, ya que cuenta con más de 600 bocaminas.
En 1987, la ciudad de Potosí fue declarada Patrimonio de
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